- Defender mis derechos como trabajadora del hogar ha significado un proceso de toma de conciencia y empoderamiento para visibilizarlo y reivindicarlo.
Por Marcelina Bautista
Publicado originalmente en Opinión51.com
El trabajo del hogar es una labor no reconocida ni social ni económicamente en nuestro país. Esta falta de reconocimiento la viven miles de mujeres que lo realizan y la valoración que se tiene de ellas se refleja hasta en la forma en que han sido nombradas.
Hasta hoy no existe un término correcto con el que se denomina a las personas que realizan este tipo de trabajo, porque las palabras que se usan normalmente son peyorativas y muchas veces humillantes, por ejemplo, “servidumbre”, expresión que tiene su origen en el feudalismo y cuyo significado no corresponde con la noción de trabajadoras sujetas de derechos. Por otro lado tenemos el vocablo “doméstica”, que nos evoca al trato con animales que son adiestrados para vivir en hogares.
Por estas razones, desde hace años hemos insistido en que se nos reivindique y se nos nombre como personas trabajadoras del hogar. Pero el reconocimiento que creemos que debemos tener no sólo está en cómo se nos nombra, sino en que seamos aceptadas como trabajadoras a nivel social y económico, y que se le dé el valor que tiene nuestra labor. Es decir, que vean a nuestro trabajo como un trabajo.
Yo soy una de las más de 2 millones de personas trabajadoras del hogar en nuestro país que hoy en día representamos al 10% de las mujeres ocupadas en México sin prestaciones ni seguridad social. Y hoy, por medio de este texto y de todos los esfuerzos que hacemos todas las mujeres, quiero reivindicar mis derechos y los de mis compañeras porque es fundamental para lograr la igualdad.
Mi historia, tu historia
Defender mis derechos como trabajadora del hogar ha significado un proceso de toma de conciencia, empoderamiento para visibilizarlo y reivindicarlo.
Cuando era niña viví acontecimientos que marcaron mi vida: pobreza, falta de oportunidades y carencia de estudios, entre otros. Pero también esos fueron factores que me permitieron tomar importantes decisiones para mi vida futura que hoy me colocan aquí para opinar sobre la situación de mi sector laboral.
A los 10 años mi padre me envió a trabajar con una familia para que pudiera seguir estudiando; sin embargo, trabajaba más de lo que estudiaba y la oportunidad de tener una educación cada día era más lejana.
A los 14 años me fui de Oaxaca, mi estado de origen, a la Ciudad de México, una ciudad tan grande como diversa y discriminatoria. El trabajo en casas era mi única opción, ya que era menor de edad y contaba con escasos estudios, como sigue siendo el destino de miles de mujeres en nuestro país. Esa parecía ser mi única alternativa porque o trabajaba o estudiaba. Mientras iba abandonando mis sueños me dedicaba a cuidar niños, a mantener limpia y ordenada una casa, a tener listo el desayuno y esperar a mis patrones con la mesa puesta y comida recién hecha; así fueron todos mis días durante más de 20 años. Atendí a abogados, legisladores, maestros, feministas, funcionarios, pero nunca conocí con ellos mis derechos. Muchos de ellos tenían miedo a que los dejara, decían que yo era como de la familia, pero me apartaban los trastos de la comida o me exigían usar uniforme, se iban de vacaciones, pero yo no porque era cuando había que limpiar a conciencia sus casas o sacar el trabajo atrasado.
En este trabajo el vínculo afectivo se confunde con la caridad y es cuando se piensa que el lazo laboral se vuelve familiar, pero no buscamos eso, sino una relación laboral de mutuo respeto y con contrato que nos permita ejercer también nuestros derechos como nuestros empleadores en sus trabajos.
Psicológicamente, muchas de las personas trabajadoras del hogar somos sometidas con chantajes por nuestros patrones para no dejarlos y más aún si está de por medio el cuidado de niños, pues llegamos a establecer un vínculo muy estrecho con ellos, que, a veces, nos hace aguantar hasta los malos tratos de sus padres.
No sólo abandoné mis sueños y la seguridad de un entorno al trabajar en casa, también experimenté la discriminación racial y de clase, así como la explotación, bajos salarios por mi edad, sin contrato por escrito y sin seguridad social.
Pero un buen día, siendo aún una adolescente, decidí no dejar mis sueños entre las cuatro paredes de una casa, y no porque el trabajo fuera indecente, sino porque las personas debemos crecer para alcanzar nuestras metas por más pequeñas que sean; muchas de mis compañeras aún siguen viviendo en la marginación, en la explotación por el poco valor que se les da a su trabajo y a ellas mismas, por eso hoy estamos juntas para cambiar nuestras historias.
Me di cuenta de que el trabajo del hogar, tan desvalorizado e invisible para muchos, tiene un valor importante en la vida de cada trabajadora y también para los empleadores. Atenderlos no me restaba dignidad ni derechos como persona ni como trabajadora; ahí supe que debía hacerlos valer, así que lo que aprendí fue a reivindicar esos derechos y dignificar mis condiciones de trabajo, porque el empleo no es lo indigno, sino la forma en que muchas veces somos tratadas como personas trabajadoras del hogar.
Quería romper todas las barreras y convencer a otras trabajadoras del hogar, a los mismos empleadores y al gobierno de que el trabajo digno y la formalidad es compromiso de todos y que debemos contar con el respaldo de una ley justa, por lo que hoy tenemos los mismos derechos que las demás personas trabajadoras y seguridad social obligatoria.
Así decidí y me convertí en activista de los derechos humanos laborales, luego de haber sido discriminada, maltratada y explotada como trabajadora del hogar por más de 20 años.
Una lucha de todas
Hace 21 años fundé el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH), que hoy ya es un centro nacional al haber ampliado nuestro trabajo a otros estados de la República, y actualmente estoy por lanzar otro proyecto de personas trabajadoras del hogar.
Este proceso no ha sido nada fácil y ha significado un gran reto poner en la agenda pública la problemática de las personas trabajadoras del hogar, ya que mientras el espacio público está destinado a los hombres el privado suele ser el destino de las mujeres, muchas veces con problemas de discriminación, maltrato, abuso y explotación que conlleva también al trabajo infantil.
Tuve la enorme posibilidad de representar a las trabajadoras del hogar en los debates que se dieron en la Organización Internacional del Trabajo en Ginebra, Suiza, para la creación del convenio 189, aprobado el 16 de junio de 2011 y cuya ratificación en México se dio después de nueve años de lucha constante.
¿Qué es y para qué sirve esta norma o convenio 189? Es el instrumento jurídico internacional que establece los mínimos derechos humanos laborales de las personas trabajadoras del hogar, y su objetivo es garantizarles a las personas trabajadoras del hogar un empleo digno como a cualquier otro trabajador.
El 2 de julio de 2019 se reformó el Capítulo XIII de la Ley Federal de Trabajo en materia de personas trabajadoras del hogar en el Diario Oficial de la Federación.
El 3 de julio de 2020 el gobierno depositó ante la Organización Internacional del Trabajo la ratificación del Convenio 189 que entrará en vigor el 3 de julio del año en curso. Todo ello para otorgar los derechos plenos de las personas trabajadoras del hogar. Por su parte, el 30 de marzo de 2019 el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) lanzó la primera fase de un plan piloto para lograr la afiliación de las personas trabajadoras del hogar al régimen obligatorio de la seguridad social.
La ratificación de este convenio por parte de un país implica un compromiso de cambiar leyes y políticas para garantizar que las trabajadoras del hogar tengan los mismos derechos que otros trabajadores, para reducir la precariedad en sus condiciones laborales.
Buscamos reivindicar los derechos y el trabajo de más de 2 millones de personas trabajadoras del hogar, y estamos convencidas de que nos haremos escuchar, por lo que promovemos la aplicación de las leyes nacionales e internacionales, lo que permitirá que miles de personas trabajadoras salgan de la informalidad y tengan vías de aplicación de sus derechos laborales, reconocimiento de su trabajo y acceso a la justicia.
Buscamos que ninguna trabajadora del hogar viva injusticias y que ninguna persona empleadora pase por trámites engorrosos para otorgar derechos como la seguridad social a la trabajadora de su casa.
Ante el incumplimiento de los derechos regulados de las personas trabajadoras del hogar, llevamos a cabo la campaña permanente “Cuida a quien te cuida, respeta sus derechos”.
Durante todo este proceso, @CACEHmx (nuestra cuenta en twitter) ha sido fundamental para el avance de los derechos de las personas trabajadoras del hogar, el respaldo y acompañamiento de otras organizaciones, mujeres y hombres, feministas, y de derechos humanos, así como el colectivo de empleadores Hogar Justo Hogar, una organización que se ha sensibilizado y entendido la mejora en las condiciones de trabajo y vida de las trabajadoras del hogar, y también en beneficio de las personas empleadoras y de la sociedad en general.
Muchas y muchos de ustedes son empleadoras o empleadores de personas trabajadoras del hogar que deben ser sujetas a derechos. Hoy, en estas líneas busco que después de leerme asuman el compromiso de cambiar su situación de informalidad a una relación formal con las PERSONAS TRABAJADORAS DEL HOGAR. Y quiero invitarles a reflexionar sobre este trabajo, que tal vez hasta hoy les era invisible y que debe visibilizarse a través de la lucha de todas.
“Formalizar el trabajo del hogar es reconocer su valor y de cuánto es necesario para su realización profesional”.
El trabajo del hogar: hacer visible lo invisible por un trabajo digno.
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